quinta-feira, fevereiro 26

Hemingway, vísperas de un largo viaje




Norberto Fuentes*
Ernest Hemingway se situó por última vez en la primavera de 1960 frente al estante de librero que empleaba como escritorio de trabajo. Ocupó parte de su tiempo en la escritura del reportaje El verano peligroso y dio los toques finales a París era una fiesta. Pero el momento de partir llegó y Hemingway puso en orden el escritorio, limpio de cuartillas emborronadas y de lápices de punta embotada. Colocó la máquina de escribir Royal Arrow sobre un ejemplar del Who's Who in America y dejó un par de lápices nuevos, las puntas afiladas, sobre la tabla, y también una docena de hojas de papel carbón Superior Quality en su caja de fábrica, el pedazo de mineral de cobre que servía de pisapapeles, los espejuelos, una tablilla con presillador, que utilizaba para escribir diálogos, y un libro que relata la conquista del Oeste.
Los espejuelos, de aro metálico, graduados para controlar la visión defectuosa de un miope, habían sido hechos en la óptica Lastra, de O'Reilly 506, en La Habana. El ejemplar de la edición de 1954-1955 del Who?s Who tiene doblada una esquina de la página 1.191, donde se informa de que Hemingway se educó en escuelas públicas y que contrajo matrimonio con Mary Welsh el 11 de abril de 1946, y se mencionan condecoraciones recibidas y acciones bélicas en que participó. También dice que pertenece a los clubes siguientes: Meyer, Philadelphia, Gun y Vedado Tennis. Los dos lápices son Mirado 174 No. 3. La tablilla con presillador fue un regalo de su primogénito, quien ordenó grabar una inscripción en la madera: «To Ernest from Jack».
Inconfundible caligrafía. El pedazo de mineral de cobre pesa 570 gramos. Las hojas de papel carbón están usadas y de ellas se puede extraer el texto de cartas de Hemingway. Cartas manuscritas. El método es difícil y laborioso. Su caligrafía es inconfundible en la parte azul de estas doce hojas. El otro libro en la tabla es Pictorial History of the West. Algunas de sus páginas estaban pegadas porque no hubo un buen corte de guillotina en la imprenta. Hemingway le prestó poca importancia al asunto. Nunca abrió el libro, que permanece cerrado como un ataúd.
Concluyó su última sesión de literatura en Finca Vigía, escribió algo sobre la rivalidad de Dominguín y Ordóñez, revisó un poco las memorias de París y cerró el taller. Mas ahora, sobre la llanura del mueble, faltan las pilas de papel gaceta, libros, folletos y periódicos que mantenía abiertos a su alrededor mientras trabajaba. Su costumbre era tender los papeles como si fueran sábanas, una manera de cubrir o guardar los manuscritos que estaba preparando. ¿O era que los tendía para tener una visión de conjunto? Las fotografías que le tomaron en los años 50 muestran a un hombre que laboraba en un incómodo cerco de papeles, con poco espacio libre para poner la máquina de escribir. Trabajando de pie, en bermudas, sin camisa, casi siempre descalzo sobre una piel de lesser kudú [antílope]; o con mocasines, sin medias, con una botella de agua de Vichy a mano.
*Norberto Fuentes é autor de "Hemingway em Cuba", publicado pela L&PM
(Leia mais no jornal ABC)

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