Abre las puertas y entra. Entra en este espacio que aguarda por ti, en este ámbito donde cada palabra es un don que recibimos como regalo. Recorre todos los rincones de esta casa de la libertad, respira este aire que no sabe de fronteras, déjate llevar por la corriente de aromas que anuncia los tesoros de la biblioteca. Estamos en un lugar especial, sería imposible confundirlo. Desde el cielo debe de verse como un punto de luz brillando con la intensidad mayor, como un aleph que contiene la memoria y los sueños de la humanidad. Una luz, sí. Una luz que ilumina como un faro entre las tinieblas, con el rítmico latido de un corazón inmenso que expande ondas de libertad y de esperanza por el territorio que la circunda.Quizá podríamos seguir viviendo si nos faltara este aire que hace vibrar todas las células de nuestro cuerpo, quizá las personas continuaríamos con nuestra existencia rutinaria si no existiese la biblioteca, pero algún lugar decisivo quedaría vacío en nuestro corazón. Nos faltaría la energía que nos hace desear una vida mejor, una ciudadanía más libre, una sociedad más justa. Nos dolería no escuchar la voz de las personas que sufrieron la historia y la de las que la sufren ahora mismo; sería insoportable oír solo las palabras de los que pretenden dirigir y controlar nuestras vidas. Para que esto no suceda, abre las puertas y entra. Ábrelas siempre, todas las puertas, pues cada vez que lo haces te incorporas al río subterráneo que alimenta a la biblioteca, al torrente de libertad que la hace vivir y le da ánimos renovados.
Abre los libros y sumérgete en el agua de la vida que brota irreprimible desde sus páginas. Déjate arrastrar por el torbellino de voces, de lenguas, de olores, de paisajes. No olvides nunca la fascinación que experimentamos en los años de infancia, cuando se nos revela la dimensión mágica que tienen las palabras y descubrimos que las páginas de los libros pueden contener el mundo entero. Como las campesinas que se afanan en la rebusca de espigas entre los surcos después de la siega, también los escritores recogen las palabras una a una y elaboran con ellas el pan humilde de sus textos. De este modo hacen que lleguen hasta nosotros, siempre nuevas y siempre sorprendentes, pues los libros poseen la insólita capacidad de revivir y reinventarse en cada nueva lectura. Todas las personas necesitamos las historias, los sueños, las palabras, tal vez sea una característica inscrita en el ADN de la humanidad. Las necesitamos como el comer, como beber agua, claro que sí. Para entender el mundo y para entendernos a nosotros mismos, para soñar otros destinos, para celebrar los dones que la vida nos da. Sabemos que no podríamos vivir sin el aliento de la imaginación y de la creatividad, sin las palabras que expresan la variedad y la belleza de nuestros deseos y de nuestros sentimientos. Por todo eso, abramos los libros. Ellos contienen los sueños, las pasiones, los miedos, los amores, las risas. En sus páginas habita la inmensa variedad de sentimientos y experiencias de la humanidad, de las personas que viven ahora en cualquier lugar del mundo y de las que desaparecieron hace muchos años. Los libros: ríos de palabras que se nos ofrecen con generosidad para ayudarnos a aprender el o?cio de vivir, para cambiarnos la vida e implicarnos en la transformació n del mundo.
Donde háy una biblioteca hay una luz que atraviesa todos los muros, una luz que se hace más intensa cuando crecen las personas que la incorporan a sus vidas. Las mismas personas que, más tarde, al caminar por calles y plazas, llevarán con ellas el reaejo de esa luz, la semilla de ese mundo nuevo que algún día haremos crecer. Un mundo más solidario, más plural, más culto, más justo. Un mundo donde no se escuche la voz adormecedora de los poderosos, sino las palabras múltiples y diversas de todas las personas que habitamos esta casa común que es nuestro planeta.Agustín Fernández Paz
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